Partido de práctica

Una anécdota del año 1967 nos ilustra el esfuerzo de cada uno para entrenarse.
Nuestro director técnico era el Sr. Waldemar Vaz Martins, un particular cincuentón brasileño, comandante del regimiento de Quaraí, hombre que sabía alternar su don de mando con el humor más sutil o la broma más ácida, según el momento.
Partidario de la técnica más depurada, deploraba la violencia en el juego e intentaba implantar ese sabor del fútbol de su país.
Participaba activamente, dirigía con un silbato en la boca lo que denominaba “un treinamento a dois toques”, algo que exigía concentración, buen manejo de pelota, velocidad de movimientos y picardía.

A los más jóvenes nos trataba de forma paternal, sabía como llegarnos y sobre todo, sabía escuchar. Alegre y bromista en sus momentos, exigente y dedicado en su trabajo, condujo al equipo a la conquista de un campeonato local muy difícil ante rivales muy poderosos.
Era un tipo muy especial y no solo se interesaba por su trabajo en el campo de juego sino que además le preocupaban otros aspectos como la vida familiar y laboral, inclusive por la presentación del equipo y no solamente por la indumentaria.
Se propuso elegir y costear un nuevo “uniforme” – como decía – y creo que fue la única época en que San Eugenio vistió completamente de blanco.
Lo de las medias no eran novedad porque en alguna ocasión ya la habíamos usado, pero extrañábamos al tradicional pantalón azul.
Recuerdo un particular detalle, anteriormente los pantalones tenían la cintura elástica o se sujetaban atándolos con el cordón, pero aquellos del “uniforme branco”, además de la novedosa bragueta con dos botones, tenía a manera de cinto, dos tiras de tela. La del lado derecho culminaba en dos anillos de metal, entre los cuales se pasaba la punta del otro lado para ajustarse a la cintura.
También gracias a su propuesta y generosidad, a cada uno del plantel de primera, se le obsequió un traje confeccionado a la medida.
Para la mayoría era el primero, para algunos fue el único. Fueron hechos por un sastre – el Sr. Moreira – padre de un de nuestros jugadores. Era de color gris, saco con tres botones para usarlo con camisa blanca y corbata azul. Completaba el ajuar un bolso blanco de cuero sintético con el escudo impreso y los detalles del club escritos en azul..




Formación de este equipo "merengue" de Don Vaz:
Miguel A. Salvador, José Salvador, Fernando Guruceaga, José Ely Goncalvez, Ney Belzarena, Luis Irigaray, Santiago Focco, Jorge Paz y Waldemar Vaz Martins.
José Paz, Florentino Lima, Arturo Benítez, Walter Jimenez, Ruben Pesciallo, Roberto Dávila, Nery Castillo y Carlos Salvador


Con Vaz Martins, el problema de conseguir un rival para los partidos de entrenamiento a mitad de semana estaba resuelto. Durante todo el año nos enfrentamos a equipos brasileños, principalmente el Quaraí y el Brasil F.C. Los partidos se hacían al final de la tarde y lo más difícil – como ya lo señalamos - era completar nuestro cuadro con sus titulares.
Una tarde el partido de práctica estaba programado para el Estadio Aloisio Falcao de Quaraí. Fuimos citados a reunirnos en la sede que estaba situada en calle Baldomir Nº 271, entre Garzón y Lecueder. De allí nos trasladaríamos en dos o tres coches de dirigentes o allegados y en la camioneta rural Willys de nuestro director técnico.

Junto a tres compañeros nos ubicamos en esta última con la idea de levantar a Ruben Pesciallo – el Cachila – que extrañamente aún no se había presentado. Nos dirigimos al boliche que este tenía en sociedad con el negro Narciso, seguro que allí lo encontraríamos.
Cuando arribamos estaba nuestro crack en la puerta, manos en cintura, balanceando la cabeza, puteando bajito porque su socio se había ausentado y él no podía abandonar el negocio que era un diminuto bolichito de barrio apretado en un garaje de la calle 12 de Octubre.
Estábamos sobre la hora y don Waldemar nervioso, le pidió a Cachila.
- Fecha agora mesmo o teu bolicho e vamos de una vez, estamos atrasados, o teu socio logo vai voltar.
- No puedo don Waldemar pues aún tengo mucha leche para vender, es la hora que la gente está acostumbrada a venir, si no la vendo ahora perdemos plata y además se pondrá fea – se justificaba nuestro afligido comerciante señalando una enorme olla esmaltada.
El veterano militar, acostumbrado a resolver todo rápidamente impartiendo órdenes, se veía ante una situación diferente. No podía exigirle a un jugador amateur que perdiera dinero para poder entrenarse.
Enseguida contraatacó sonriendo, con la mano en el bolsillo y preguntando:
- ¿Cuánto custa tudo isso, toda o leite e a panela?
La sorpresa enmudeció por unos segundos a Cachila; sin esperar cualquier respuesta, seu Waldemar – que estaba al tanto de todos los precios – dejó una suma de cruceiros sobre el mostrador, se abrazó a la enorme olla y la cargó hasta la camioneta verde que ostentaba las insignias del 5ª Regimiento de Caballería Mecanizada.
- Vamos rapaziada, nosso time ya está completo.
Cachila sin titubear, le metió candado, agarro su bolso y se apretó junto a nosotros alrededor de aquel valioso cargamento que nos prestábamos a contrabandear, llevando como chofer al propio comandante.
Cruzamos la frontera y nos detuvimos a las puertas del estadio.
- Dezam depressa e vao aquecendo que eu ya volto – y volvió a arrancar con rumbo desconocido.

Ya estábamos los dos equipos prontos en la cancha cuando nuestro entrenador regresó y sin más, comenzó el partido.
Jugamos hasta el anochecer, al final de la jornada, en el vestuario se comentaba la historia de la leche, todo el mundo estaba curioso pero nadie se animaba a preguntar por el desenlace.
Don Waldemar disfrutó del suspenso, bromeó con todos, hizo su versión de los hechos imitando al Cachila con su drama y finalmente develó el misterio.
Se había dirigido hasta el Hospital y como no tenía tiempo a perder ni para dar explicaciones, pasó por alto el protocolo, el mismo comandante en Jefe del Regimiento del ejército brasileño entró con su camioneta por el portón lateral y se detuvo frente a la cocina.
Allí, ante la sorpresa de los funcionarios que corrieron atenderlo realizó una inesperada y veloz donación de leche en nombre del Club San Eugenio de Artigas.