Recuerdos de Don Eduardo

Don Eduardo Ríos quien vivió la mayor parte de su existencia en nuestra ciudad nació en Quaraí en el año 1900. Era hijo de españoles, naturales de Valencia, quienes habían arribado a esta región - como tantos inmigrantes europeos - a fines del siglo XIX.
Su padre trabajaba en el saladero Novo Quarahy y esa fue también su ocupación cuando llegó a la adolescencia. Junto a su amigos y compañeros de oficio se inició en el fútbol en los campitos de los alrededores de aquel local industrial, en ambas márgenes del Cuareim.
Al destacarse como jugador, el Rata - como era llamado por sus amigos – pasó a integrar el equipo principal de Novo Quarahy que competía en la novel Liga Departamental de Football de Artigas.

Equipo del NOVO QUARAHY F. C.
Campeón de la Liga Deptal. de Artigas - Año 1916
Parados:
Avestruz, Murciélago, Ramón Fagundez, Amador Cáceres, Capucho, Ernesto Tavares
Sentados:
Estrugildo Franco, Grillo, Juan Bernasconi, A. Melgarejo, Eduardo Ríos (Rata)

Don Eduardo, ya anciano recordaba sus tiempos mozos:

“Fue allá por el 16 – creo – yo estaba jugando un partido en la cancha donde ahora construyeron los cuarteles en Quaraí, cuando oímos un zumbido lejano... era un avión de alas dobles que fue bajando despacito y aterrizó en el Polígono que en aquel tiempo no tenía árboles.
Allá lo fuimos a ver, las alas eran de una tela parecida a la lona y tenía unos parches de cuero en algunas partes...
El aviador, un francés de apellido Barrow o algo muy parecido, decía que los remiendos de cuero tapaban los agujeros de las balas porque el avión había estado en la guerra que se desarrollaba en Europa....”

“Después cobraba cinco pesos la vuelta a la ciudad, pero cambió la pista de aterrizaje y bajaba en la costa sobre el saladero.....”

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Cuando se refería a su trabajo contaba:

“El saladero requería mano de obra y comenzó a arrimarse gente para trabajar en la zafra.
La gente fue ocupando tierras del lado uruguayo y construyendo ranchos sin orden ni concierto en la zona inundable...”

“...se trabajaba en el saladero de setiembre a marzo y el ganado que faenaban en su mayor parte era uruguayo.... se hacía la vista gorda y se dejaba pasar... se llegaron a faenar 93.000 cabezas de ganado vacuno, pero después fue mermando la producción.... el tasajo iba para Cuba que a cambio mandaba azúcar.”


“Me acuerdo que la producción venía por el aerocarril hasta el lado uruguayo y así se cargaba en un vagón que llegaba por la vía hasta la costa del río..... la vía atravesaba la Aldea el pueblo por la calle Bernabé Rivera y entraba en lo que después fue la plaza de deportes y allí volvía a la estación....

La gente vivía de changas en el saladero, que trabajaba en verano.... también trabajaban mujeres allí.”

“El dueño del saladero era Emilio Calo que fue diputado por los blancos y me acuerdo que el tren no salía hasta que él llegaba, así el tren tuviera que esperar tres horas....”

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Cuando Don Eduardo aún no había cumplido doce años llegó al pueblo el primer automóvil, propiedad de don Emilio Calo que hizo su entrada a la una de la tarde del 11 de enero de 1912.

“Era una loca carrera de chiquilines, para ver de cerca el auto y disparar después... cuando yo le vi me puse a gritar....
- ¡¡Mamá mirá ese carro raro que se mueve sin caballos y hace ruido!!
Mi madre me explicó que eran - esas cosas nuevas que hacen ahora - y yo me tranquilicé.”


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Don Eduardo fue campeón en los comienzos de los torneos organizados por la Liga Artigas cuando su equipo competía junto a San Eugenio F.C., Uruguay F. C. y Ferrocarril F.C.
Muchos años después su hijo que lleva el mismo nombre jugó en el decano de nuestro fútbol.
Eduardo Casimiro logró muchos títulos vistiendo la camiseta blanca, con los años llegó ser capitán y no sólo fue un crack por sus condiciones técnicas sino que también fue un símbolo de la mística del equipo, un líder nato, verdadero ejemplo por su entrega y amor al “más querido”.

El fútbol se transformó en una profesión, luego en el gran negocio donde lucran empresas e inversores, pero aún continúa siendo un juego muy divertido para los niños y un apasionante deporte olímpico para los hombres que juegan apenas por amor a la camiseta.
El encanto y los ideales del fútbol amateur sobrevivirá mientras en los campitos del Cuareim mientras sigan surgiendo gurises como desde hace cien años con el mismo espíritu del Rata y Teté.